viernes, 6 de marzo de 2020

Un amor, como el mar del invierno.



Recuerdo esas ganas tan grandes y esas expectativas tan altas que tenía de la playa limeña, sol, arena, el mar, el verano. Llegué un agosto a vivir a Lima y si sabes de geografía más que yo, comprenderás que en agosto en Lima no hay verano, es invierno.

Cuantas ganas del mar veraniego, los clichés, los amores pasajeros, las fiestas, las puestas de sol y los 30 grados todo el día. Llegué con expectativas de una vida asoleada en la playa, de lo que para mí significaba la playa. Así nos pasa con el amor ¿cierto?

Pero un día, por motivos diversos, en este caso de ignorancia, llegas a una costa esperando el sol y te tocan las nubes. El bikini, bloqueador, lentes de sol y sombrero pareciera que sólo fueron de paseo, para no salir de la maleta como lo esperabas. 

Lima- agosto 2016
El día que llegué a Lima hacía mucho frío y según yo, era sólo un día nublado, lo que no sabía es que Lima siempre es así, nublada. Como panza de burro dicen los limeños. 

Adotpamos una idea romántica y perfecta del amor, que preparamos tantas cosas para ese momento, dando por hecho que así debe ser y que únicamente así es como nos puede gustar. Para después descubrir que todo eso que llevas en la maleta, realmente no lo utilizarás de la forma que planeaste.

¿Cómo fue mi primer día en el mar de invierno? Es verdad, el clima no se compara al mar del invierno europeo. El recuerdo lo tengo tan fresco, llevaba una chamarra nada abrigadora y una mascada, tenis y unas lycras negras, era mi cumpleaños, hacía tanto aire que esa misma noche caí enferma por 5 días. Era una soledad fría, con una bienvenida cálida a su manera, no era lo que había imaginado, pero ahí estaba yo, en el muelle, mirando la neblina bajar y el frío calar mis huesos. A punto de ser feliz. 

Cancún- enero 2018
Y así sucede cuando llega una persona no esperada, mucho menos buscada, pero que simplemente ya es parte de tus días, cuando una persona conocida pasa a ser un amigo, después un amigo en quien confías y así hasta ser la persona que despierta a tu lado cada día del resto de tus días. Algo inesperado. 

Como lo inesperadamente bien que la pasé en las playas limeñas en su invierno, carreras matutinas, andar en bici por la costa, clases de surf por que las olas lo permiten y cada vez que el sol se dejaba ver, yo sonreía, lo disfrutaba, sin pensar más que en disfrutarlo hasta la próxima vez que lo volviera a ver. Me di la oportunidad, de dejar de esperar el mar del verano y disfrutar su invierno.

Desde hace 4 años, sólo busco mi mar de invierno, aprendí a amar sus climas tan inesperados, mañanas frías, tardes soleadas, noches lluviosas. 

Hoy prefiero despertar en la noche por lo impetuoso del mar caribeño de mi país, ese que no tiene medias tintas, o es tranquilo o es bravo. Prefiero no tener el sol de frente y esperar ansiosa los primeros rayos de sol en cada amanecer, con esas mismas ganas de que apareciera el sol en Lima. Deseando que las ganas nunca se me vayan, que la capacidad de asombro continúe, esas ganas que a uno lo mantienen vivo. 

Me gusta no saber al despertar lo que el mar de invierno me regalará, porque estoy aprendiendo a ver lo bello en cada fase. Así debe ser el amor, una consciencia del todo, lo bueno, lo perfecto, lo malo y continuar. 

El mar de invierno de Acapulco, te permite dormir tranquila en las noches, te arrulla y llena de paz. Caminar sus playas es posible, no hay caminos concurridos, sólo unos cuantos que te encontrarás en Akumal. Puedes disfrutar la belleza del momento, nadie te la roba. Tienes la seguridad que en ningún momento debes competir por un espacio, hacer filas, largas esperas, no hay mucha gente en el mar de invierno.

Pie de la Cuesta- febrero 2019

El cuerpo encuentra su temperatura muy rápido, el cuerpo no se siente incómodo, se aclimata, lo disfruta, todo es un disfrute. Aún en los días nublados, se aprende a caminar, a mirar, a cerrar lo ojos y sentirse feliz ante los bellos tonos de azul en Cancún. 

Como en un verdadero amor, no es el contexto, no es el tiempo, no son los demás, simplemente es la persona correcta. La persona que será ese sol de invierno en el pacífico mexicano, que siempre estará, aún en el invierno y hace que todos los días sean verano.

Al final, es importante reconocer que si un día en Pie de la Cuesta las olas son tan altas, tan bravas; el imponente horizonte y la brisa del mar, será suficiente.

Los días que tuviste de sol y nadando entre peces te han llenado y te han hecho entender que no siempre tendrás el clima que quieres. Que una buena actitud es lo que necesitas. En esos días tomas tu libro y lo terminas, o empiezas a escribir o solamente te sientas a pensar, dormir, soñar despierta.

Tal parece que el tiempo es más lento, que no hay prisa. Todo parece más fácil, el mar de invierno es inesperadamente bello, me encanta. Lo encontré. Con cada visita lo conozco más y encuentro motivos nuevos para amarlo, para hacerlo mi favorito, mi valioso secreto. 

Ahora, sólo cierro los ojos…recuerdo como me hace sentir mi mar de invierno y sonrío con el rostro, sonrío con el corazón.
Akumal- febrero 2020







A ti, que me lees...Que el mar y el amor te despeinen... despacito, delicado y que después, llegue la calma.