domingo, 11 de febrero de 2018

Happy ending


Esta historia llegó a mí para ser embellecida y contada, la verdad es que no tuve mucho trabajo por hacer. Tal parece que el amor mismo la embelleció para ser contada, y este será mi regalo del Amor y la Amistad para ustedes.



… y entonces, después de 3 nerviosas horas, ella baja del autobús. Él es el mismo que ella recuerda, el de los lindos momentos y las muchas sonrisas. Él la ve, no oculta la alegría que le causa verla, olvida el final y los meses sin hablar.

¿Cómo abrazar a la persona que un día no podías soltar?, lo que hubo o lo que hay es mucho más fuerte y si ustedes hubieran visto ese abrazo, lo hubieran podido comprobar. Hay una sonrisa en ambos rostros, una complicidad y una promesa. Las palabras fluyen, pareciera que no ha pasado 1 año tras ese adiós inapropiado. Ella, como tiene por costumbre antes de su cumpleaños, cerraba los ciclos que no le permitieran avanzar. Debería ser extraño sentirte así a lado de una persona que tienes 1 año sin ver. Sentirte como si lo hubieras visto ayer, como si nada triste hubiera pasado. 

Los dos caminan, uno cerca del otro. Salen de la estación, la vista es delirante. El centro histórico los recibe con mil historias a su alrededor, el clima nublado y muchas posibilidades por hacer. Ella ya conocía ese cuadro de la ciudad, pero no a esta hora del día, no con él. En sus románticas idealizaciones, ella deseaba conocer un restaurante mencionado en varias novelas de su biblioteca ¿El lugar?, el Sanborns de los Azulejos. No sabía con exactitud su ubicación, pero sabía que estaban cerca. Ella, decidió no mencionarlo, dejando que Él eligiera el lugar.

Casa de los Azulejos
Eran cerca de las once de la mañana y ninguno de los dos había almorzado aún. Él sabía que encontraría un buen lugar y la guió hasta esa calle mágica, donde puedes caminar por largo rato y sentir que no avanzas. Esa calle que se disfruta mirando arriba, caminando de frente, admirando sus costados, regresando la mirada hacia atrás.
Ella, ya no tenía hambre, la vista y por supuesto la comodidad de la compañía, la tenían cautiva. Él buscaba ese “mejor lugar” a donde llevarla, hasta que hizo la pregunta, que una vez más, comprobó que no hay explicación para ellos dos.

 - ¿Has desayunado en el Sanborns de los Azulejos?

Ella sonrió y supo que aquello era mejor que el sueño. Respondió la verdad, que no, pero que tenía muchas ganas de hacerlo. Llegaron a Av. Francisco I. Madero 4, admiraron el lugar, ella más que él.

Como siempre, había una lista de espera, que estaban dispuestos a pagar. Ella le contó cómo había imaginado aquella escena, mejor dicho como era la escena descrita en una de las novelas que había leído. Él la escuchó y sabía de lo que ella hablaba, tanto así que al entrar le dijo que esta era su película, la tomó de las manos y tarareó un bolero.

La cercanía y la conexión era algo imposible de negar. Media hora después de admirar los murales, de imaginar una vida dentro de la Casa de los Azulejos, les asignaron una mesa. Él pensó sentarse frente a ella, ella le pidió se sentara junto a ella. Sin saber que admirar, si el lugar o a él, comenzaron a jugar como ya era su costumbre. Inventaban una historia, ella era la protagonista y él el narrador. Ambos lo disfrutaban, hasta que ella decidió hablar acerca de su final.

Los dos se miraron realmente a los ojos después de 1 año, después de terminar poniendo a la distancia como pretexto. Ahora estaban ahí sentados uno junto al otro, preguntándose qué era lo que estaba pasando.

Él no pudo evitar el contacto físico con ella, tocaba su pierna naturalmente y ella lo permitía. Él tocó su mano, ella tomó la suya. Y ahí estaban los dos, en el final que era el principio. Los dos habían cruzado la línea, los dos se sentían seguros e ignoraban el pasado y el futuro, sólo valía ese momento, el presente.

Listos para la siguiente parada, a la espera del metro, en medio de un mar de gente, de historias ajenas a su vida, ajenos al momento, de su momento. Al estar de pie y de frente, sus brazos como dos piezas de un rompecabezas, tenían que ir juntas, embonando perfectamente, se abrazaron. Ella se sintió feliz o mejor dicho, casi feliz. Su cabeza la traicionó, la claridad vino a su mente…este momento no era una esperanza, ni otra oportunidad, esto era un momento y nada más. Lo abrazó entonces con más fuerza, suspiró para grabar el aroma de su piel. Él la tocó delicadamente. Ella estaba segura, él la cuidaba.

Imagen de Pinterest
Caminar en ese bosque a su lado ya lo había imaginado antes, unos meses antes, cuando ella caminó sola por el mismo sendero. En ese momento comprendió que andar sola es maravilloso, pero que andar tomada de su mano le había robado el aliento. Fue el primer momento en que ella deseó que esto no fuera una despedida. 

Caminaron de la mano, platicaban, se seguían conociendo y seguían conociendo el lugar. Él sabía que la quería besar, hizo algunos intentos besando su mejilla y sin poder evitarlo una vez más, sus bocas se encontraron. Un lugar conocido, cálido y dulce, pero la sensación fue extraña. La extrañeza venía de la consciencia, de la realidad, de los sentimientos y de la felicidad. Besos que detuvieron el tiempo, nada más importó, nada era necesario, sólo Él, solo Ella.

Al contemplarla ahí, sola para Él, se dio cuenta que le gustaba como el primer día. Nunca se sintieron incómodos, juntos tienen la capacidad de reírse de ellos, de sus acciones, de compararse con otras parejas y no pueden dejar de reír. Él, moría por saber qué era lo que estaba pasando, a ella le gustaría tomar su mano y jamás soltarla, sin embargo lo mira de frente y solamente le dice:

- c'est la vie

Mientras más tiempo pasa su lado, él se convierte en la ficha de su rompecabezas. Ella, ha disfrutado tanto los lugares visitados, en parte por la belleza misma y en parte por él. Ella prefiere apreciar de los museos sola, pero con él es diferente. Él piensa, disfruta y conoce de historia. Ríen tanto que no se
han dado cuenta de la hora, así que dan un último vistazo al castillo, saben que el momento está por terminar.

La tarde estaba a punto de dejar de ser cálida, parecía que llovería. Aún en el patio del castillo, él la abrazó muy fuerte y al oído le pidió que no se fuera. Ésas eran las palabras que ella no quería escuchar, que más miedo le daban. Ella lo abrazó fuerte, muy fuerte y suspiró. Antes de abandonar el lugar se vieron en un espejo y él exclamó una vez más:

- Que bien nos vemos juntos

Tomados de las manos, llegaron otra vez al bosque. Hubo un silencio incómodo, era el silencio del adiós. De frente a la laguna y con una vista increíble, el clima se compadeció de estos tontos y decidió no llover, en cambio les regaló uno rayos de sol reflejantes en el lago. La gente disfrutaba de una rica tarde de sábado, los niños comían algodones de azúcar, la gente compraba comida, paseaban en lancha, disfrutaban el show de marionetas y payasos, algunos otros simplemente disfrutaban la tarde y la vista, así como ellos dos.

Jugaban con miradas, sonreían, se platicaban sus sueños. Ella decidió contarle un secreto, le contó que en los últimos meses había salido con un par de personas, pero que al final de la cita, ella regresaba a casa con un pensamiento en la cabeza: “No es Él". Para corresponder al halago, él le dijo que lo que pasaba entre los dos era algo verdaderamente especial y que la fortuna de coincidir no se podía ignorar...

Casi las 06:00 de la tarde y seguían negando su realidad. Se alejaron del castillo, cada paso fue amargo, cada abrazo era un Te necesito y cada beso un Ya te extraño.

Imagen de Pinterest
Una vez más estaban ante la difícil despedida en la terminal, ésta vez mucho más triste, no eran nada, no había promesas, era una despedida. Él quería escuchar una promesa, ella decía en voz alta que lo que les había pasado era un buen momento, insistía en disfrutar lo último del momento, él decidió no insistir y se recostó en su hombro.

Una vez más estaban ahí en una terminal, despidiéndose. Abrazando con la intención de no dejar ir, besando tratando de memorizar sus labios. Fueron siete horas lo que tuvieron, lo tuvieron todo, conservando nada. Antes de subir al camión, ella le da una nota y el último abrazo que le habrá dado hasta el día de hoy.

Él, abre la nota, al momento que el autobús inicia su ruta. La nota es breve, ella tenía un propósito determinante con su visita y ese era embellecer el final de su historia.

"Gracias por darme en siete horas la posibilidad de escribirte en mis memorias y poder recordarte para siempre, como lo que fuiste para mí el día de hoy. GRACIAS"